
Joshu se inició en el estudio del Zen cuanto tenía sesenta años, y a la edad de ochenta comenzó a enseñar, labor en la que pasó muchos años más, pues llegó a una vejez extrema. Un estudiante le preguntó una vez:
-Si no tengo nada en mi mente, ¿qué debo hacer?
-Arrójelo fuera.
-Pero si no tengo nada, ¿cómo puedo arrojarlo?
-Bien – dijo Joshu – entonces, llévelo a cabo.
Revista despertar