martes, 14 de diciembre de 2010

Una anécdota del Buddha


Aquel día, el “Venerado del mundo”, acompañado de innumerables discípulos, acudió al pico de la Asamblea de los Buitres, que domina la ciudad de Rajagriha. En esta montaña sagrada, el Buddha ya había impartido sus enseñanzas más elevadas, como el Sutra del Loto de la Buena Ley, los Sutra de la Sabiduría Trascendente, y otros sutra más, todos ellos considerados como la parte esotérica de sus instrucciones. Aquella vez permanecía en silencio. Todos respetaban su recogimiento, pero los discípulos, que, confusamente, adivinaban que pronto iba a abandonarles, esperaban el último mensaje. No obstante, Shakyamuni guardaba silencio. Tomó una flor del ramo que acababan de ofrcerle y, con toda calma, daba vueltas a su tallo entre sus dedos. Los discípulos, desconcertados, se miraban unos a otros, pero, de repente, uno de los más cercanos, Kashyapa, comprendió y respondió con una sonrisa a la sonrisa de su Maestro. Saliendo de su silencio, el Bienaventurado proclamó:
“Tengo en mi posesión el Ojo del Tesoro de la Verdadera Ley (Dharma), la inefable y sutil visión del nirvana que abre la puerta de la visión de lo sin-forma, no depende ni de los escritos ni de las palabras y se transmite fuera de toda doctrina. Este Tesoro lo entrego al gran Kashyapa”. Desde aquel día, Kashyapa fue llamado por todos Mahakashyapa (el gran Kashyapa); a la muerte del Buddha, le sucedió a la cabeza de la comunidad (Sangha).

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