
Había una vez un hombre que tenía grandes remordimientos de conciencia por haber estado hablando mal de otro, no podía de dejar de darle vueltas en su cabeza y se sentía culpable de las cosas que había dicho. Como no conseguía ver la manera de solucionarlo, fue a buscar a un conocido Maestro para que le ayudara.
Le contó todo lo que había dicho, y lo mal que se sentía, y le pidió que le dijera cómo podía arreglarlo.
El Maestro le escuchó y cuando por fin terminó toda su exposición cogió un papel, escribió el nombre de unas plantas y se lo dio diciéndole:
-Vete al bosque y tráeme cada una de estas plantas.
Cogió el papel y salió corriendo muy contento a buscar las plantas, pensando que era una solución muy sencilla. Cuando las hubo recogido, regresó a la presencia del Maestro:
-Maestro, aquí están las plantas que me pidió. ¿Queda ya restaurado el mal que he hecho?
El Maestro no le cogió las plantas, sino que le dijo:
-Ahora vete y quema las plantas la próxima luna llena.
Se fue, hizo lo que le mandó y regresó muy contento:
-Maestro, aquí están las cenizas, he quemado las plantas como me dijo. ¿Queda ya restaurado el mal?
Y de nuevo el Maestro le dijo:
-Vete al río y arroja las cenizas..
Se fue hacia el río pensando que ya por fin quedaría zanjado el asunto y que después de todo no había sido tan difícil. Volvió a casa del Maestro y le dijo:
-Maestro, ¡ya está! He tirado las cenizas al río. ¿Queda ya restaurado el mal que he hecho?
-Sólo queda una cosa por hacer, le contestó el Maestro, vuelve al río, recoge las cenizas y me las traes.
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