jueves, 3 de febrero de 2011

El león




















En una ocasión, un león se acercó a un lago para poder calmar su sed. Al ir a beber, vio su rostro reflejado en las claras y espejadas aguas del lago, y se dijo a sí mismo: “¡Vaya! Este lago debe de ser de este león. Debo tener mucho cuidado con él”. Y, atemorizado, se alejó. Como tenía mucha sed, regresó al cabo de un rato y allí vio, al ir a beber, otra vez al león, por lo que huyó antes de probar la apetecible agua. ¿Qué hacer? El día era muy caluroso y la sed lo asfixiaba. Lo intentó de nuevo y al ver el rostro del león, rugió, pero entonces el león del lago también lo hizo, sintió pavor y salió corriendo. Apretaba cada vez más el calor y la sed era insufrible. Lo intentó varias veces y sucedió lo mismo. Estaba desesperado y tanta sed tenía que se dijo: “Da igual si muero al beber el agua, pero ya no puedo más”. Se acercó al lago y en el mismo vio al león, pero sin poder contenerse, metió de golpe la cabeza en el agua para saciar su sed y entonces, ¡milagro!, el león había desaparecido.

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